Reseña: Wet n Wild en Don’t Steal My Thunder

Vamos por la segunda paleta de Wet n Wild de esas que se demoraron en Aduana. ¿Se nota que estoy obsesionada con el tema postal, sobre todo en su variante internacional? Ya estoy para un reality.

Don’t Steal My Thunder nos trae la sagrada tríada del smokey: blanco, gris y negro, los dos primeros en versiones quasi metalizadas y el tercero con un ápice de brillín. Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol. ¿Cuántas veces vimos estos colores juntos por ahí? Millones. ¿Y cuántas veces renegamos porque la textura suele ser medio secota tirando a polvorienta? Incontables.

En este punto, damas y caballeros, reside toda la riqueza de DSMT. A esta altura ya no sorprende que las sombras de Wet n Wild sean de una consistencia cremo-mantecosa irresistible y este trío repite la fórmula ganadora. El negro, sobre todo, es de una sedosidad arrebatadora (?), contraparte brillosa de mi sombra negra favorita, Lucifer de Kat Von D.  La pigmentación es muy buena, aunque es importante aplicarla a golpecitos para lograr el máximo de color.

Sobre primer duran bastante, me parece que un poco menos que el trío anterior, aunque ahora que lo pienso siempre me pasa lo mismo con los platas. Ah, como pueden ver, también traen el machete de en dónde poner cada sombra, pero ya establecimos que eso es a modo de guía y que cada una hace lo que quiere.

Resumiendo: paletita clásica para salir de apuro una noche de verano (o de invierno, quién te dice), cumple lo que promete y da mucho más. Si tenés la oportunidad, incorporala a tu colección.

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